El 14 de abril de 1992, unos días antes de la apertura de la
Exposición Universal de Sevilla –conocida popularmente como Expo'92–, se
inauguraba la línea de tren de alta velocidad entre la capital
hispalense y Madrid.
Aunque los viajes comerciales no llegarían
hasta el día 21, desde el primer momento la apertura de la línea de Alta
Velocidad Española (AVE) cambió radicalmente el panorama del transporte
español y la visión que se tenía del tren como un medio de transporte
lento, impuntual e incómodo.
Mientras el ferrocarril tradicional
recorría el trayecto entre la estación de Atocha y la de Santa Justa en
más de siete horas, el AVE hacía ese mismo trayecto en poco menos de
tres y a una velocidad máxima de 300 km por hora.
Desde entonces esa marca se ha reducido considerablemente y 25 años después no supera las dos horas y 20 minutos.
En
la actualidad la línea Madrid-Sevilla no es el único servicio de alta
velocidad del país. De hecho, con más de 2.500 kilómetros de longitud es
la red más extensa de Europa y la segunda de todo el mundo, solo por
detrás de los 11.000 km de China, según la Unión Internacional del
Ferrocarril.